Del 07 de febrero al 04 de mayo de 2014
COLABORACIÓN con FGTB. Fundación Gonzalo Torrente Ballester de Santiago de Compostela
Comisario: Miguel Fernández-Cid
Jesús Pastor (Santurtzi, 1954) es un artista que combina una sólida formación teórica, doble licenciatura en Filosofía y Bellas Artes, con una curiosidad extrema que le lleva a detenerse y estudiar las imágenes hasta dominarlas. Su vertiente investigadora y su dedicación paralela a la enseñanza, han contribuido a que su presencia expositiva fuese escasa durante años, aunque se trata de un artista de notable reconocimiento profesional que en 1997 obtiene el Premio Nacional de Grabado. Ha realizado exposiciones individuales en espacios como la Fundación Telefónica de Madrid, la Fundación Pilar i Joan Miró de Palma de Mallorca, el Círculo de Bellas Artes de Madrid o la Universidad de Salamanca.
La exposición que se presenta en Santiago y Bilbao plantea una reflexión sobre el momento actual de su trabajo, confrontando sus obras más recientes con una selección de trabajos anteriores, en los que se puede seguir su proceso, tanto en lo que tiene de vías de investigación cuanto en su posterior síntesis. En el fondo, lo que subyace en su obra es una pregunta constante y obstinada por el lugar donde se encuentra la imagen.
En Santiago a finales de 2013 exhibió su última obra, mientras que en Bilbao se expone la totalidad de las obras seleccionadas, incorporando trabajos anteriores, desde 1982, que fijan las claves de su discurso.
LA EXPOSICIÓN
Jesús Pastor pertenece a la generación de artistas vascos que estudió en la Facultad de Bellas Artes de Bilbao en la segunda mitad de los años setenta. Artista ajeno a las claves generales de su generación y las siguientes, como señala Miguel Fernández-Cid, comisario de la muestra, su formación artística se intuye ligada a la reivindicación de propuestas de corte constructivo, minimalista, conceptual (...) Le preocupa la parte procesual del trabajo artístico, e incluso no duda en mostrarla como fase documental previa a la aparición de las imágenes, como si lo que quisiera es dejar pruebas, huellas del funcionamiento interno de las cosas, aunque no muestre el más mínimo interés en hacerlo explícito u ocultarlo. Simplemente deja abierta la posibilidad para que, quien se sienta atraído, pueda saciar en parte su curiosidad.
Resulta difícil señalar una única tendencia o un grupo de artistas hacia los que se sienta próximo Jesús Pastor. Sus elecciones son personales por lo diversas: la obra de Donald Judd, Bruce Nauman o Brice Marden, los debates abiertos por los minimalistas y los artistas que parten de la búsqueda a partir de estructuras de repetición o simulación; el análisis y las reflexiones de los escritos de Derrida, Deleuze, Bataille, Jaime Echarri o Andrés Ortiz-Osés; las inteligentes paradojas planteadas por Mallarmé o Lewis Carroll.
Inicialmente la obra de Jesús Pastor está ligada a las experiencias de la electrografía, a la búsqueda de las estructuras internas de las imágenes. Pero desde la mitad de los años 80 hasta entrados los 90, cuando utiliza como soporte mármol y aluminio, su obra adquiere una presencia y misterio especiales, de los que son ejemplo las obras seleccionadas en esta exposición de la serie Inflexiones, desde las formas cerradas sobre sí hasta las expansivas.
Inflexiones parte del hallazgo de un orden orgánico en el interior de una forma negra: retículas que son surcos, que simulan paisajes sin definición. Jesús Pastor graba esas formas en planchas de mármol, convertidas en sutiles bajorrelieves; les contrapone una imagen de continuidad o su negativo, sirviéndose primero del encuentro entre mármol blanco y negro o el gris del aluminio. Especialmente afortunados son los limpios dípticos en los cuales el blanco del mármol y el tenue gris del aluminio mantienen un diálogo de armonía, de ecos clásicos, formas medidas, perfectamente dibujadas.
Los materiales son transformados con una facilidad asombrosa, dando entrada a matices, a valores pictóricos y, esencialmente, a valores táctiles, como el uso de la viruta metálica que acentúa las diferentes texturas y los acerca a la pintura.
Uno de los mayores elogios a una pintura que deberíamos llamar interior, a la vez críptica, hermética y casi sensual es un grupo de cuatro piezas de 40 x 40 cm que supone el cierre de muchas búsquedas. Las piezas están hechas uniendo dos planchas de mármol y aluminio fundido, que dejan la huella de la unión en los bordes, oculta a la vista la cara principal del mármol, y visible la del aluminio fundido. Las texturas propias del material, del proceso mecánico de ejecución, recrean una suerte de ambiguos paisajes, de espacios morandianos.
Junto a estas imágenes cerradas, en otras obras las formas se abren, como si fueran las hojas de una ventana que dejan ver un paisaje; se separan con ritmo medido o tienden a expandirse, a salirse del esquema inicial, a ocupar la pared, a reclamar espacio blanco, neutro. Como si el color se hiciese físico y flotase en un plano propio.
En la serie Latitudes el cristal permite a Jesús Pastor retomar la reiterada pregunta de en qué plano se sitúa la imagen. Superponiendo varios vidrios, consigue que el efecto se matice y la forma se esconda, se repita como eco, como ficción óptica, mientras la luz es tamizada por el vidrio, creando una atmósfera propia para cada pieza.
Cuando toma como punto de partida libros cuya lectura le ha supuesto una reflexión estética y los convierte en objeto de análisis, el proceso previo es intenso y minucioso. Si años atrás fotocopiaba su cuerpo o ampliaba formas hasta conseguir que se deshiciesen dando origen a otras nuevas, no referenciales aunque partieran de una representación, ahora convierte un libro, una partitura o una imagen en pequeños círculos que contienen un fragmento diminuto de la epidermis de cada hoja.
De nuevo interpone una serie de procedimientos fríos, de análisis y mediación, para posteriormente buscar en los matices la imagen perseguida. Lo sorprendente es comprobar cómo al final cada obra contiene la síntesis de lo expuesto en el material de origen, gracias al modo como Jesús Pastor selecciona su intervención y define la imagen final: las oquedades que aparecen en Diálogos IV..., el efecto espejo de El pliegue , el desdoblamiento en La doble hélice o la armónica nitidez de esa especial suite mágica y melódica que representan las piezas que nacen de partituras de Lucio Berio, Morton Feldman, Luigi Nono o Bernhard Lang, músicos hacia cuya estructura compositiva se siente próximo Jesús Pastor.
La exposición se cierra con una selección de pinturas meándricas, en las que reaparece la idea de las formas que flotan en el espacio y juegan entre la presencia y la evocación.